-Él: Aunque sea un trueque mínimo, debemos cotejarnos.
-Ella: No me sirve tan mansa la esperanza, la rabia tan sumisa, tan débil, tan humilde...El furor tan prudente no me sirve. No me sirve tan sabia, tanta rabia.
-Él: Estás sola, estoy solo; por algo somos prójimos. La soledad también puede ser una llama.
-Ella: No me quieras, por favor, no me quieras, no me quieras, no me quieras…
-Él: Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? No me es posible concebir ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando. Te quiero.
-Ella: Yo también te quiero, pero puedo quererte sin tenerte. Hemos volado juntos. ¿Qué más hace falta?
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